Pues a lo tonto ya llevamos varios meses al lado de nuestro “amor”.
La euforia del primer momento hay que reconocer que se nos está pasando. Al principio todo eran mimos, cuidados, que te quiero, que no, yo más y etc.
Ahora ya por las mañanas nos damos los buenos días, pero sin mucha emoción.
Hay algo que nos está rondando la cabeza, no queremos pensarlo mucho pero….. ¿y si no es el amor de mi vida?
Empiezo a ver signos que me hacen pensarlo. Resulta que esto no es tan divertido como pensaba que iba a ser. Yo pensaba en una relación en la que yo daba a mi “amor” y mi “amor” me correspondería por igual.
Pero cada día tengo más claro que yo estoy luchando mucho por esto y me da muy poco. ¡Y yo estoy todo el día pendiente de mi “amor”¡
Le doy todo lo que necesita (y eso que ya voy por el segundo crédito para pagar sus caprichos), le dedico todas mis horas, y cuando digo todas son todas, porque yo ya no sé lo que es un fin de semana con mis amigos. Me tiene absorbido.
El caso es que yo lo hago con gusto, porque quiero que esto salga adelante pero no me siento correspondido. ¿Qué me está ofreciendo a cambio? Creo que sólo disgustos. La cuenta cada vez más vacía, porque aquí no viene nadie a visitarnos por lo que no cubro ni lo que gasto.
Por supuesto no faltan esos amigos, expertos o no, que me dicen que ya me lo dijeron, que esa relación no era para mí, que me venía grande, o lo que es peor, que tenía que haber sido con otro pretendiente más “fácil”.
Estamos cayendo en la rutina más horrorosa y encima no me atrevo a hablarlo, a buscar soluciones, porque realmente no sé cómo solucionarlo. ¿Y si me deja? No podría soportarlo. Estoy demasiado enganchado a este “amor”, obsesionado con sacar esta relación adelante cueste lo que cueste y me llevo a por delante a quien sea, porque es mío y porque me lo he ganado.
Y va a salir bien……¿a que sí “amor”?….
Pero hay algo que me taladra el cerebro una y otra vez.
¿Realmente me quiere?
En el próximo capítulo: La decepción.
La euforia del primer momento hay que reconocer que se nos está pasando. Al principio todo eran mimos, cuidados, que te quiero, que no, yo más y etc.
Ahora ya por las mañanas nos damos los buenos días, pero sin mucha emoción.
Hay algo que nos está rondando la cabeza, no queremos pensarlo mucho pero….. ¿y si no es el amor de mi vida?
Empiezo a ver signos que me hacen pensarlo. Resulta que esto no es tan divertido como pensaba que iba a ser. Yo pensaba en una relación en la que yo daba a mi “amor” y mi “amor” me correspondería por igual.
Pero cada día tengo más claro que yo estoy luchando mucho por esto y me da muy poco. ¡Y yo estoy todo el día pendiente de mi “amor”¡
Le doy todo lo que necesita (y eso que ya voy por el segundo crédito para pagar sus caprichos), le dedico todas mis horas, y cuando digo todas son todas, porque yo ya no sé lo que es un fin de semana con mis amigos. Me tiene absorbido.
El caso es que yo lo hago con gusto, porque quiero que esto salga adelante pero no me siento correspondido. ¿Qué me está ofreciendo a cambio? Creo que sólo disgustos. La cuenta cada vez más vacía, porque aquí no viene nadie a visitarnos por lo que no cubro ni lo que gasto.
Por supuesto no faltan esos amigos, expertos o no, que me dicen que ya me lo dijeron, que esa relación no era para mí, que me venía grande, o lo que es peor, que tenía que haber sido con otro pretendiente más “fácil”.
Estamos cayendo en la rutina más horrorosa y encima no me atrevo a hablarlo, a buscar soluciones, porque realmente no sé cómo solucionarlo. ¿Y si me deja? No podría soportarlo. Estoy demasiado enganchado a este “amor”, obsesionado con sacar esta relación adelante cueste lo que cueste y me llevo a por delante a quien sea, porque es mío y porque me lo he ganado.
Y va a salir bien……¿a que sí “amor”?….
Pero hay algo que me taladra el cerebro una y otra vez.
¿Realmente me quiere?
En el próximo capítulo: La decepción.
